La presentación del libro Años de Circo de Pilar Ducci, Santiago de Chile 08 de septiembre del 2011

Discurso de Julio Revolledo Cárdenas en La presentación del libro Años de Circo de Pilar Ducci, Santiago de Chile 08 de septiembre del 2011.
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Es para mi un honor y me siento complacido por haber sido invitado por Pilar Ducci y Francisco Bermejo, para estar en este presidium que presenta el libro Años de Circo, dado que constituye un momento importantísimo en la evolución histórica del circo chileno. Un evento por demás rico, alegre, festivo, con la presencia y la actuación de tantos artistas circenses cuyo aporte es precisamente presentar lo que ellos saben hacer: divertir y asombrar con su arte al hombre cotidiano.

Solamente el Perú y Chile han mantenido viva hasta hoy una añeja tradición que dio inicio en el siglo XIX en toda América Latina y que consistía en festejar año con año la independencia de la Corona Española, con la participación de volatineros, maromeros, corridas de toros y años después con espectáculos circenses ya concebidos en forma tal y como se experimentaba en Europa, con la presencia del elegante caballo en la pista que diera sustento al espectáculo moderno.

El rito festivo de lo circense se celebraba y se celebra con puntualidad en estas fechas pero también en otras, como las fiestas patronales de los pueblos, en las que los circos construían el momento de alegría y regocijo con sus personajes característicos: el impresionante hombre fuerte, la hermosa ecuyére que se deslizaba sobre el lomo de un caballo despertando los sueños más eróticos de aquellos espectadores de ese siglo, el intrépido alambrista, el arrojado trapecista que quería convencernos de que volar era posible, artistas todos que en lo particular hablaban con acentos extraños dado que provenían de culturas y parajes para echar a volar la imaginación.

Qué decir de los extraños y sorprendentes animales que al igual que los humanos desarrollaban en el circo habilidades extraordinarias para sorprender a un público siempre cautivo de su propia curiosidad.

No podemos olvidar a los reyes del circo, los extraordinarios payasos que encontraron en este país una tierra fecunda para florecer como en muy pocas naciones. Hoy, como todos sabemos, el payaso chileno ha sido el más digno representante del arte popular en todos los espectáculos circenses del mundo, por lo cual quiero pedir un enorme aplauso a todos los payasos chilenos….

Todas estas construcciones escénicas que forman parte del imaginario colectivo del hombre universal, hallaron su propio espacio en el circo y fueron reproducidas por artistas chilenos capaces de convertir en realidad sus sueños, recuperar al ser humano ancestral, nómada, que al igual que los antiguos conquistadores fueron a la búsqueda de nuevos horizontes, renovados públicos y fortunas imaginarias que pocas veces vieron llegar, pero cuando las obtuvieron no sirvieron más que para alimentar y hacer más grandes esos mismos sueños del hombre, un ser siempre a la búsqueda de encontrar sus límites, retando a la muerte si es necesario de forma cotidiana,

Con este libro Pilar no solo sienta las bases de un pasado circense glorioso, sino enfrenta al hombre chileno a su propio pasado en tanto que le permite revalorar qué tanto ha contribuido el circo para construir los conceptos de nacionalidad, patria y chilenidad. Insisto, el rito de lo circense empleado como un instrumento festivo que arraigara los valores nacionales. Seguramente este texto provocará el replanteamiento del verdadero papel del circo en la historia de Chile y frente a las otras artes escénicas que por lo regular han sido más estudiadas, construyendo nuevos horizontes de interpretación.

Pilar nos muestra al circo como un espejo, que es más como un túnel del tiempo para permitirnos entender el porqué del enorme arraigo de lo circense en la cultura popular chilena. Allí donde ha existido una población pequeña, circos nacionales y extranjeros pasaron puntualmente para generar una magia que rompió no solo con el aburrimiento del pueblo sino se constituyó en la única experiencia escénica que conocieron en toda su vida. Porque en toda América Latina sucedió igual, allí donde nunca llegó la sinfónica nacional, la compañía nacional de teatro o de danza, llegó puntualmente un modesto circo para divertir a sus habitantes constituyéndose en el único momento mágico de participación colectiva que experimentaban sus habitantes.

Por lo tanto celebro que la Biblioteca Nacional entienda y justiprecie ese valor del circo chileno y preste estas fabulosas instalaciones para festejar ahora a la empresa que por lo regular es la que organiza el festejo: el extraordinario circo chileno. También celebro la participación del Consejo de la Cultura y las Artes porque deben entender que con sus apoyos asumen una obligación que ha venido siendo postergada y que tiene que ver con la renovación del circo chileno en tanto que forma parte de las artes escénicas, pero no solamente para patrocinar al circo contemporáneo, que también es correcto, sino al tradicional que está ávido también de fondos para la creación de renovados espectáculos.

Debemos entender el trabajo de Pilar Ducci y Francisco Bermejo como el primer y enorme paso para dar sustento a futuras investigaciones que planteen por ejemplo: el papel del circo desde una perspectiva sociológica o antropológica, el circo en las relaciones internacionales, porque es sabido el enorme vínculo histórico que ha existido entre el circo chileno y mexicano desde 1918 en que llegara el primer circo mexicano, el Circo Treviño, a estas tierra. Mayores acciones para promover una cultura circense, promover la creación de espacios educativos para los jóvenes que desean ejercer el oficio de lo circense y por supuesto indagar más sobre el aporte de cada una de las familias circenses de Chile que con penalidades y alegrías, sudor y sangre han construido este fabuloso espectáculo.

No resta más que decir en este momento patrio, ¡Viva Chile! Y ¡Viva el Circo señores!

Muchas gracias.

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